Entonces, me agarró de la mano, mientras lágrimas a borbotones manaban de sus ojos y me dijo:
-¿Qué te está pasando?, ¡Dios mío!, ¿Qué te está pasando?
Y yo tranquila y segura, escondiendo mi cuerpo entre las sábanas la respondí con la única voz enfermiza que podía usar:
-Mis lágrimas, qué antes, cálidas se mantenían tras mis ojos, ahora, muertas, caen desplomadas resbalando por mi piel, mi corazón que antes latía con entusiasmo, ahora, está exhausto y se esfuerza por dar un débil latido más, mi piel que entes era viva, suave y brillante, ahora, poco a poco se irá convirtiendo en piedra, una piedra lo suficiente dura para aguantar mis penas... Ya no veo ruiseñores al alba, ahora, en su lugar son negros cuervos, que gradnando, me invitan a caminar con ellos hacia el otro lado, mientras hablo contigo, me estoy pudriendo por dentro, poco a poco, y cada segundo estoy mas cerca de la paz... A pesar de todo, mi alma y mi esencia quedarán impregnados en ésta casa, tras éstos muros, que guardan entre sus grietas todos mis secretos.
María López Candil
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